La Biblia fue escrita en hebreo y
griego, y en dichos idiomas no existen símbolos númericos; estos se indicaban
mediante palabras, tales como uno, dos,
tres, etc.
Así, el valor numérico de una palabra, es
decir, su gematría, se hallará
sumando el valor numérico de cada una de las letras que la conforman. La gematría bíblica arroja resultados sorprendentes. En los números, bajo la
superficie de las Sagradas Escrituras, se dan unas constantes que ponen de
manifiesto su inspiración divina.
El complejo sistema numérico de las Escrituras satura visible e invisiblemente cada uno de los libros que la
integran e ilustra sentidos más hondos o detallados. Los 49 libros sagrados, 22
en el Antiguo Pacto y 27 en el Nuevo, fueron escritos por no menos de 49
autores. Dichos autores vivieron en distintos lugares y entornos culturales
diversos. Muchos fueron gente de muy poca cultura. La Biblia se concluyó
en un espacio de 1.600 años. A pesar de tan numerosos obstáculos, se descubre
en las Letras Divinas una continuidad armoniosa y una coherencia
total.
Si tratamos de atribuir la autoría de la
Biblia al esfuerzo humano, las leyes de la probabilidad quedan superadas en una
proporción de uno a miles de millones.
La naturaleza profética de muchas de las
palabras que aparecen en el texto sagrado, es una de las sorpresas que nos proporciona la investigación que se realiza en Israel por computadora y a
través del método de saltéo de letras por intervalos fijos, lo que una vez mas
nos demuestra que la Torá y los escritos posteriores no fueron obra humana,
sino de la Divinidad.
Como
un ejemplo se puede señalar el Libro de Meguilat Ester (o Meguillót, vale decir: Grupo de los 5 rollos que relatan los 70 años de cautiverio del pueblo judío y el plan milagroso de Dios para salvarlo según lo relata el Libro de Ester, que es uno de los rollos que comprende dicho compendio)
Los
literalistas cristianos, frecuentemente ridiculizados, afirman que la Biblia es
la Palabra infalible de Dios, y que el Espíritu Santo guió la mente y la mano
de sus autores humanos. Los judíos ortodoxos son incluso más extremos en su
literalidad. Su tradición sostiene, no sólo que cada palabra de la Biblia fue
divinamente inspirada, sino que cada letra de la Torá fue dictada directamente por Dios a Moisés en una secuencia
precisa e inequívoca.
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